Después de mucho tiempo de ausencia vuelvo a escribir. Ahora sobre un tema más específico, la tan mencionada y popular depresión. Es muy común que las personas, no sólo pacientes, que conocen de mi profesión, mencionen que están “deprimidas”. Esto siempre llama mi atención ya que este es un estado patológico que conlleva varios síntomas. Esto es normalmente diagnosticado por un terapeuta profesional, el cual, después de evaluar distintas circunstancias alrededor del contexto de la persona, se le puede dar el término de depresión. Existe una lista de síntomas “comunes” que la persona debe cumplir para ser diagnosticada como depresiva, sin embargo esta información se ha difundido de manera desmedida por todos los medios de información, confundiendo a las personas y haciéndoles creer que un estado de tristeza o enojo “normal” o cotidiana, es una depresión. En este artículo no pretendo enlistar los síntomas que una persona debe tener para ser calificada como depresiva. Lo que haré en cambio es dar las diferencias que hay entre estos términos que titulan este artículo.
La depresión es un estado de gravedad patológico en el que la tristeza de una persona ha llegado a tal grado que le impide realizar sus funciones normales y cotidianas de manera normal. Existen tres tipos de depresión: La física o biológica en la que el cerebro produce bajas cantidades una sustancia que le impide a la persona ser feliz. Esta debe ser tratada médicamente, la persona seguirá deprimida pero en un estado más controlado y tolerable que no le impida continuar con sus actividades cotidianas. La segunda, es la real, en la que una persona entra en este estado de manera transitoria o temporal, debido a circunstancias reales, como la pérdida de un ser querido, la ruptura de una relación muy estrecha e incluso la pérdida de trabajo; en otras palabras, cuando se produce un cambio drástico en la cotidianidad de la persona. Le llamamos “real” y “transitoria” porque se debe a una situación en la que normalmente una persona tiene que enfrentar un proceso de duelo o pérdida, el cual, en el caso del fallecimiento o ruptura, deberá durar un aproximado de seis meses (dependiendo de cada caso en particular) y en el caso de la pérdida de trabajo, hasta que se consiga uno nuevo. Por último, y que llama más la atención, tenemos la “ilusoria”, la cual se compone principalmente de ideas, en su mayoría ilógicas, las que dan inicio y mantienen este estado. La misma persona se convence a sí misma de que sus ideas son ciertas, la persona se atormenta a sí misma repitiéndose: “nadie me quiere”, “nadie me entiende”, “estoy solo en este mundo”, “soy invisible para todos”, etc. Esto permanece aún cuando las personas a su alrededor se esfuercen en convencerla que no es así. La persona se aferra a estas ideas tanto, que la gente comienza a alejarse, y este, logra confirmar que sus ideas son ciertas.
Hay ocasiones en las que un estado de depresión comienza de forma real, por la pérdida de un ser querido o del trabajo. Sin embargo, esto fue suficiente para que la persona comenzara a perder toda esperanza y lo que comenzó como una depresión real, se transforma lentamente en ilusoria, la cual se encarga de mantener y alimentar la gravedad del estado, cuando éste, debería haber seguido su curso natural y desaparecer con el tiempo. Todos tenemos que enfrentar la pérdida de un ser querido tarde o temprano y es natural sentir dolor y tristeza, pero ¿por qué destruir nuestra vida por algo como el ciclo vital? La muerte no tiene solución, pero la pérdida de un trabajo si, solo hay que salir a buscar otro. Sin embargo algunos entran en depresión porque prefieren estar con la idea que “nunca encontrarán otro trabajo igual”, o no recuerdan que han podido solucionarlo en el pasado.
Espero se alcance a comprender la verdadera esencia de la depresión. Muchas personas se dicen deprimidas cuando en realidad sólo están tristes, y en otros casos enojados. La tristeza y el enojo son sentimientos tan naturales y comunes como la felicidad y el afecto. Es necesario que conozcamos el verdadero significado de lo que decimos a los demás y sobre todo, lo que nos decimos a nosotros mismos. Dejemos de utilizar palabras que desconocemos para describirnos a nosotros mismos y dejemos de ser tan estrictos con nosotros mismos, bajemos un poco la mano hacia nosotros y seamos mas flexibles, más amables.
Me despido por el momento, agradeciendo nuevamente, los minutos que has dedicado a la lectura de este humilde blog. Te invito también a visitar mis otros artículos.
Mtro. César Guerrero, Psicoterapeuta.