Como bien sabemos, o deberíamos saber, toda relación interpersonal utiliza la comunicación, definida como la transmisión de un mensaje o información entre dos o más personas. Sabemos de antemano, que toda comunicación requiere de un emisor (el que transmite el mensaje) y un receptor (el que recibe el mensaje). Este proceso requiere de varios pasos para que se dé. Primero, la codificación del mensaje, la cual es la forma en que transmitimos el mensaje. Después de esto, sigue la transmisión en sí. Aquí debemos tomar en cuenta el hecho que no exista ningún tipo de “ruido” (cualquier tipo de cosa que estorbe u obstruya la transmisión del mensaje), que puede ser dese sonidos fuertes o imágenes, hasta incluso, cuestiones de personalidad. Una vez transmitido el mensaje, el receptor debe decodificar el mensaje y en muchas ocasiones, esta decodificación no tiene el mismo sentido que aquel que el emisor intentaba dar. Por último, la retroalimentación, que es la respuesta del receptor hacia el emisor, en otras palabras, el emisor y el receptor cambian papeles.
Expliquemos esta parte primero, todo ser humano tiene la necesidad de comunicarse o compartir información si desea establecer algún tipo de relación con otra persona, familia, amigos, pareja, compañeros de escuela y trabajo. Nos comunicamos para transmitir lo que sentimos, lo que pensamos, lo que queremos, lo que sabemos y nuestras ideas. Pero así como es necesario transmitir el mensaje, debemos comprender también la importancia de recibir mensajes, escuchar. Se dice que mucha gente no es “muy buena para escuchar”, yo diría que la mayoría de las veces, no sabemos transmitir un mensaje. Esto es porque muchos “se van” con la idea que esto (lo explicado en el primer párrafo) es lo único que importa, o es lo único que se enseña en la escuela. Pero hay muchos elementos que se olvidan de tomar en cuenta a la hora de transmitir el mensaje. Dentro de la comunicación verbal tenemos una variación en los tonos y ritmos de la voz. En ocasiones hemos oído que nos dicen o decimos: “no es lo que dijiste, sino como lo dijiste”. Si escuchásemos lo que decimos podríamos identificar que según el sentimiento o la emoción que tengamos, es el tipo de tono que utilizamos. En muchas ocasiones, utilizamos un tono “inadecuado” para lo que queremos transmitir y esto produce la que las otras personas (el receptor) malinterpreten lo que tratamos de decir, pero esto es porque transmitimos el mensaje con una emoción, que de momento, no nos es útil. En otras palabras, si utilizamos un tono “adecuado” a lo que tratamos de comunicar, se resolverían muchos problemas de malinterpretación. Por otro lado, continuando con el ritmo de la voz. Esta tiende a reflejar nuestro estado de estrés en general. El ritmo de la voz, es la velocidad con la que hablamos, así como también, las pausas que hacemos al hablar. Hay gente que habla muy rápido, en ocasiones, tanto que puede volverse difícil de entender lo que están diciendo. Por el contrario, también hay gente que habla tan lento que los receptores tienden a distraerse y volverse somnolientos. El ritmo de la voz no debe tomarse a la ligera ya que puede utilizarse para cambiar el estado de ánimo de otra persona, ya que es una función de éste. En otras palabras, si queremos “acelerar” a alguien, debemos hablarle rápido, al menos lo suficiente para que no se pierda el mensaje, y si por el contrario queremos tranquilizar a alguien, podemos hablar más lento y con más pausas. Esto requiere mucha práctica, pero siendo una raza tan comunicativa, tenemos material de más para hacerlo.
Ahora que ya estuvimos hablando de lo que conocemos como la forma básica de la comunicación o con la que estamos familiarizados, es pertinente decir que ésta no es la principal ni la más importante. La comunicación verbal ocupa solo entre un 10 y un 20 por ciento (varía según los autores) de la comunicación total. Es aquí donde entra la comunicación no verbal, la cual ocupa el primer lugar en importancia dentro de la comunicación humana. Esta es tan importante y a la vez tan omitida en la transmisión de conocimiento general, que la mayoría de la gente ni siquiera sabe que existe, y aquellos que llegan a saber “un poco”, la menosprecian. La comunicación no verbal se compone de todos los movimientos corporales que tenemos, las caras o “muecas” que hacemos, la respiración (relajada o forzada), el movimiento de los ojos, la dilatación y contracción de la pupila, la postura que tenemos al estar parados, sentados o acostados. Cada uno de estos elementos tiene una inmensa variedad de significados y es dado por nuestro inconsciente (todo aquello que no sabemos de nosotros mismos). La situación aquí, es que nuestro cuerpo “no miente”, expresa lo que realmente sentimos, nuestras emociones y deseos más profundos. Si a esto agregamos que el receptor interpretará inconscientemente lo que nuestro cuerpo está diciendo, entonces podríamos comprender por qué en muchas ocasiones se malinterpreta el mensaje o se descubren, incluso, esas “mentirillas piadosas”. Los cuerpos del emisor y receptor se están comunicando entre sí a través del inconsciente, mientras nosotros nos comunicamos verbalmente.
La forma en que nos comunicamos se puede volver totalmente diferente cuando sabemos cómo interpretar y manejar nuestra propia comunicación. Podemos cambiar las relaciones de pareja problemáticas en formas agradables que no produzcan problemas de la misma magnitud. Sin embargo, si los elementos de nuestra psique (mente), la personalidad, carácter y perspectiva (forma de ver o percibir las cosas a nuestro alrededor) están en “otro canal”, recibiremos e interpretaremos todo tipo de mensajes de una forma en particular. Por ejemplo, cuando uno piensa que todos están en su contra, o que todos hablan bien de uno. La persona que recibe terapia psicológica identifica y cambia su forma de comunicarse, muchas veces sin darse cuenta, digamos que simplemente “cambia de canal”. La comunicación ya no es un estorbo, sino una herramienta muy útil para establecer cualquier tipo de relación interpersonal.
Como ya he mencionado en artículos anteriores, la psicoterapia puede cambiar a una persona en todos sus aspectos, la forma de comunicarse es uno de los principales cambios que trae consigo. Recordemos lo que se dijo aquí: los sentimientos, emociones, deseos y perspectiva de las cosas están determinados por nuestra personalidad y carácter, nuestra mente, nuestro inconsciente. Cambiar el inconsciente es el principal factor de trabajo en la psicoterapia. Entonces, la psicoterapia podrá cambiar totalmente nuestra forma de comunicarnos.
Aún falta, mucha información más, acerca de la comunicación, esta solo es la introducción, así que, quien lo desee, es libre de preguntar por los demás aspectos, o esperar la continuación de este artículo, aunque creo que serán necesarios un par de artículos más, ya que como dije, el tema es muy extenso y no debe tomarse a la ligera. Si desean pueden preguntar por libros o autores de estas teorías, estaré más que encantado de saciar su sed de conocimiento o al menos, mostrarles donde se encuentra el abrevadero.
Por el momento me despido, mi estimado lector, agradeciendo nuevamente el tiempo que has dedicado a la lectura de este humilde blog de un profesional dedicado su trabajo como psicólogo, esperando que haya sido de utilidad y que no dejes de visitar este lugar para los nuevos artículos. Cualquier pregunta será recibida y contestada a la mayor brevedad posible, así como los comentarios y sugerencias; y como de costumbre, abriendo la invitación a que recibas psicoterapia, sin miedo o vergüenza.
Mtro. César Guerrero. Psicoterapeuta.
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